En la edición del diario de Avisos, en Tenerife, de fecha 23 próximo pasado, se publica una columna de opinión firmada por el señor Juan Arencibia, en la que, bajo el título "Weyler y el franquismo", en el expresa que la figura del referido personaje, "...ha sido injustamente tratado y preterido por alguna crítica histórica", por alguna prensa norteamericana de la época en que se encontraban ansiosos de que los yanquis se aposentaran en Cuba.
Dejando a un lado la mención a las supuestas pretensiones anexionistas norteamericanas sobre la Isla de Cuba, considero necesario, en honor a la verdad histórica, señalar que ese concepto de atribuir a Valeriano Weyler la condición de militar de pies a cabeza, y de ejemplar trayectoria, no se corresponde con su verdadera naturaleza de genocida, criminal y cruel, tal y como puso de manifiesto en Cuba durante su breve estancia como Capitán General de la Isla. Su botón de muestra, se resume en el fragmento que copio en este escrito, que trata sobre su tristemente célebre Reconcentración, y cito:
Valeriano Weyler - Wikipedia, la enciclopedia libre. (Moreno Fraginals, Pág., 338 - 339)
"Capitán General de Cuba
Nombrado capitán general de Cuba en febrero de 1896 por Cánovas del Castillo, sustituyó al general Martínez-Campos, con órdenes de zanjar los intentos independentistas por la fuerza de las armas. En el breve período de tiempo que ocupó esta capitanía general no consiguió frenar el avance de los independentistas, y por el contrario le granjeó a España la enemistad de la opinión pública de los Estados Unidos, ya que ordenó el encierro forzoso a la población rural del occidente cubano en campos de reconcentración, hecho conocido en la historia como
La proclama que daba inicio a la reconcentración decía:
1. Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal.
2. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes.
3. Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada.
El plan de Weyler, al alejar a los campesinos de sus tierras, resultó en la pérdida de las cosechas, provocando una hambruna generalizada, que unida a las enfermedades provocadas por las pésimas condiciones de salubridad en los campos, terminaron diezmando a la población. La situación se complicaba a medida que avanzaba la guerra. Los sufrimientos y calamidades aumentaban por la irregular forma de vida en barracones, almacenes o refugios abandonados, durmiendo en patios o a la intemperie, en condiciones higiénicas deplorables, y sin acceso suficiente a alimentos.
Es difícil determinar con certeza la cantidad de personas reagrupadas como consecuencia de las órdenes dictadas por Weyler. Se estima que para diciembre de 1896 unos cuatrocientos mil cubanos no combatientes se catalogaban como reconcentrados en lugares escogidos o no con ese objetivo. Más difícil aún es establecer las cifras exactas de fallecidos, pero se estima que entre 750.000 y 1.000.000 de cubanos murieron en los campos de concentración creados por Valeriano Weyler, aunque algunas fuentes más conservadoras establecen la cifra en algo más de 300.000. Aún antes de terminada la guerra cubana, los muertos caídos en el campo de batalla, por las enfermedades y la reconcentración decretada por Weyler, ascendían aproximadamente a la tercera parte de la población rural de Cuba.
La reconcentración acabó hacia marzo de 1898, en pro de la nueva política pacifista propiciada por el general Ramón Blanco y Erenas e impuesta por las circunstancias."
Si para Canarias fue el "benefactor" que le proporcionó a las Islas grandes beneficios, para
Si Weyler no fue franquista, por haber fallecido antes del surgimiento de dicho régimen, con seguridad se afirmará que tampoco fue miembro del movimiento nazi, por el mismo motivo, pero, no obstante este detalle, los métodos aplicados en su paso por Cuba, poco difieren de los aplicados por los seguidores de esas doctrinas, por la crueldad, el odio que le embargaba, la frialdad sin límites con que la aplicó, y las dolorosas consecuencias para el pueblo cubano.
Con toda firmeza considero, a la vista de aquellos hechos irrefutables, que a quien se debe reivindicar es a las víctimas de este cobarde, insaciable y vulgar asesino.
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